lunes, 7 de mayo de 2012

¿Pedro o Miguel?


Era Junio. Qué diferencia con Septiembre, por cierto. Estaba impartiendo un curso y llega el amigo César y me pregunta:

  • Antonio, ¿Que es lo que más admiras de un líder?
  • César, me alegro que hagas esa pregunta. ¡Qué buena pregunta!

Vamos, que respondí con una “burda” estrategia para dilatar la respuesta y contentar inicialmente a Cesar. Hay veces, espero que a ti no te pase, que cuando en público te dicen que acabas de hacer una buena pregunta, te “hinchas”, y la respuesta ya te interesa poco. Te han ganado. Y si te han ganado, se puede seguir:

  • César, ¿Y a ti que te perece?
Y César, picó. Se “hinchó·” más todavía ya que le daba protagonismo. Otra “burda” estrategia
.
  • Antonio, para mí la cualidad más importante es el carisma. Esto hace que se tengan seguidores, que se sea una referencia. Si se tiene carisma es más fácil conseguir que se trabaje en equipo, que todos vayamos hacia un mismo objetivo, y …
César estuvo unos cinco minutos disertando. Utilizó términos como visión, valores, unión, dirección. Parecía un excelente consultor. Y yo seguía con mi estrategia barata:

  • César, qué buena respuesta.
A mi este diálogo me sirvió para pensar mi respuesta. Pero ya no podía estirar más el debate.

Las respuestas del tipo de las de César nunca me habían gustado. De hecho la mayoría de los líderes de empresa que he conocido con carisma terminan por abusar de esa cualidad, sobre todo aquellos que ocupan puestos cuyos resultados no son tangibles, en el fondo la mayor parte de puestos que no están asociados a la función de ventas. Así es la gran empresa española. Y así nos va, claro.

Lo que decía, estos carismáticos se dan cuenta de su cualidad y empiezan los problemas. Para la empresa, claro. Dan un gran discurso a sus seguidores y después, tres meses sin hacer nada. O lo que es peor, siguen dando charlas y consejos por los pasillos a sus admiradores. Y encima ascienden, quizás culpa de otro líder carismático. Y es que los demás no nos damos cuenta tan fácilmente, ya que ocultan sus carencias detrás del famoso carisma. Y suelen ser muchas. Llevan una vida viviendo de eso, del carisma. Que hay veces que es peor que vivir del cuento. O como mínimo, lo mismo. ¿Y los salarios que tienen? Mirad, mejor no sigo por este camino que esto enciende a cualquiera y yo no quiero responsabilidades.
Analicemos a dos líderes españoles, dos ciclistas.

El primero, Perico Delgado con mucho carisma. Ganó el Tour de Francia una vez y perdió otro Tour porque llegó dos minutos tarde a la salida. Eso sí, con mucho carisma.
El segundo, Miguel Induráin que ganó el Tour de Francia cinco veces y que es un ciclista con poco carisma. Eso sí, nunca llegó tarde.

Yo para mi empresa, y si tengo que elegir entre estos dos tipos, quiero líderes del segundo tipo.

Hay muchos artículos y consultores que aprecian mucho que un líder tenga carisma. Pues bien, yo lo que más valoro en un líder es que obtenga resultados de una manera continuada. Y esto que es una obviedad, los consultores lo olvidamos con mucha frecuencia. Algunas empresas, también. Una pena.

Y tú a quien prefieres, a Pedro o a Miguel.

Por cierto, ¿obtienes resultados?

Por el profesor Antonio Muñoz.

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